Gracias a la relación tan estrecha que sostenía con la monarquía francesa, su plan se centró en fortalecer el poder de la Corona. El abad creía fervientemente que el Rey de Francia era el vicario de Dios, por lo tanto tenía el derecho de someter. Además veía a Francia como el centro y dueño del mundo.
Su plan comenzó por la transformación de Saint-Denis. Una transformación totalmente contraria a lo que su opositor, San Bernardo de Claraval, esperaba. Precisamente al abad estaba en contra de su reforma cisterciense. Reforma que pedía volver a los votos de pobreza y humildad.
Para responder y contrarrestar la fuerza de esta Reforma, el Abad Suger se apoyó en pensadores como Plotino, Proclo y, principalmente, Dionisio Pseudo Areopagita. De Plotino tomaría la idea de Dios como unicidad luminosa vital, como la Luz supraesencial, el sol invisible. Dios padre es el Padre de las luces. Y Cristo como el primer resplandor. Plotino, según Panosfky, proponía que por medio de la materia se podía conocer y llegar a la existencia inteligible, ya que hasta la más humilde de las cosas creadas tiene algo de la esencia de Dios. De Dionisio Pseudo Areopagita aceptaría su propuesta de la Teología de la Luz, donde el Logos Divino es la Luz Verdadera que desvanece las tinieblas. La creación es una acción iluminadora. La luz Divina está en las cosas creadas. El intelecto humano puede percibirla por medio de las cosas. La Luz es una manifestación directa de Dios. Y para justificar su gusto por las imágenes, por lo suntuoso y lo brillante, el abad Suger se basó en lo dicho por el Pseudo Areopagita en cuanto a que solo se puede elevar a lo no material con guía de lo material. La materia transmite la luz divina que es captada por nuestra razón y llega a lo inteligible. Esto es lo que Panosfky dice llamar un Enfoque Anagógico, el cual por medio de una especie de trance con respecto al objeto puedo captar la Luz Divina, que es el conocimiento verdadero. Rescata, entonces, que la belleza material es el vehículo idóneo para conocer la Verdad Divina.
ARQUITECTURA
Se pueden distinguir tres elementos principales en el sistema constructivo de una catedral:
Bóveda de crucería
Arco apuntado u ojival
Arbotantes y contrafuertes
La bóveda de crucería
La bóveda de crucería es una intersección de arcos apuntados (u ojivales), que se cruzan de forma diagonal. Esto contribuye a que la fuerza que ejerce la bóveda sea absorbida por las arcadas, conducidas por las columnas y recibida, finalmente, por los cimientos, y que los muros y contrafuertes se puedan construir con menor grosor (lo cual hace que sean menos pesados).
Según el número de diagonales usadas, así mismo se le conocerá como bóveda cuatripartita (con dos diagonales) y sexpartita (con tres diagonales). Éstas eran las más comunes en el gótico temprano.
Arco apuntado u ojival
El arco apuntado (también llamado ojival) es el encuentro de dos arcos alargados que forman un ángulo en la clave. Esta forma ayuda a distribuir el peso ejercido por la bóveda permitiendo mayor altura de la edificación.
Arbotantes y Contrafuertes
El arbotante es un medio arco que está fijado al comienzo de la bóveda. Recibe toda la fuerza de ésta y la direcciona hacia el contrafuerte, que es un muro adosado a las naves laterales.
SIMBOLOGÍA
Según Fulcanelli, se pueden distinguir elementos simbólicos dentro de la catedral.
La Cruz
La forma de una catedral es el de una cruz latina. Y cruz es el jeroglífico del crisol, elemento utilizado para la fundición y obtención de metales: “es en el crisol donde la materia prima, como el propio Cristo, sufre su Pasión; es en el crisol donde muere para resucitar después, purificada, espiritualizada, transformada” . Además, la cruz es un símbolo muy antiguo utilizado en diferentes culturas, como la cruz ansada de los egipcios que significaba vida.
La orientación
La entrada principal se encontraba en el occidente con el fin que el feligrés, al ingresar a la catedral, avanzara hacia el oriente, donde nace el sol. En esta fachada se distingue otro elemento simbólico: el rosetón. Su nombre originario venía de la palabra rueda, en la alquimia, era el tiempo que necesitaba una “materia filosofal para que se cocinara. Es decir, que el rosetón representa el fuego, su acción y duración. A esto se debe que esta época se conozca como el Gótico Flamígero. El rosetón “es una figura radiada, de seis puntas, llamada Estrella de los Magos, que resplandece en la superficie del compuesto, es decir, encima del pesebre en que descansa Jesús, el Niño-Rey” .
La cripta
Es lo que representa lo oscuro, lo secreto “en este lugar profundo, húmedo y frío, el observador experimenta una sensación regular y que le impone el silencio: la sensación del poder unido a las tinieblas”
ABADIA DE SAINT-DENIS
Fachada
Esta Basílica, desde 630, era utilizada como Cementerio. Allí está enterrado San Dionisio, el primer obispo de París. Esta construcción era la necrópolis real y guardaba reliquias. La transformación, llevada a cabo, de 1122 a 1151, a partir de lo que pensaba el abad Suger de lo que debía ser una casa de Dios, empezó por el coro (que es la única parte original de la intervención del abad que aún se conserva). La suntuosidad es la marca principal del abad.
FULCANELLI, El misterio de las catedrales.
Los antiguos templos y las catedrales medievales tienen algo muy importante que revelarnos, algo que va más allá de religiones y de creencias. Ya en pleno siglo XXI, no nos asusta afirmar que estos edificios albergan en sus piedras misterios que nos atañen, que afectan a la esencia misma de la vida interior del hombre. ¿Quiénes eran aquellos hombres que construían catedrales? ¿Por qué grabaron en sus piedras nuestro destino? ¿Qué fuentes les proporcionaba la ciencia de sus símbolos? ¿Qué camino iniciático debemos recorrer para penetrar realmente en el templo y descubrir en su interior la luz mágica de su origen? Este libro aborda dichas cuestiones y, por primera vez, nos da la posibilidad de descifrar el misterio de estos templos. La historia de Fulcanelli se inicia cuando en 1926 el editor parisiense Schemit publicó un libro firmado con el seudónimo de Fulcanelli titulado "El misterio de las catedrales ". Cuatro años después nuevamente el misterioso Fulcanelli publicaba una obra titulada "Las moradas filosóficas". Tras estas publicaciones, cargadas de gran esoterismo y mensaje alquímico y hermético, el autor desapareció.
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